martes, 6 de abril de 2010

Las trampas de la fe

"Tener fe significa no querer saber la verdad." - Friedrich Nietzsche


Joseph Ratzinger llegó al papado ante millones de miradas indiferentes todavía consternadas por la llorada pérdida de Juan Pablo II. Sin pena ni gloria inició su pontificado sin que nadie esperara que pudiera llenar la enrome horma de su predecesor.

Sin embargo, su fama como ultra conservador y celoso guardián de la doctrina de la fe parecía la fórmula lógica y coherente para poner fin de una vez por todas, a los escándalos que sobre abuso sexual estaban ya ventilándose desde la última década del “Papa viajero”.

Después de todo, el temido cardenal alemán no había tenido reparo en prohibirle oficiar a su viejo amigo y colega Hans Küng por ser un teólogo disidente. De la misma manera había castigado también al brasileño Leonardo Boff como escarmiento para todos los seguidores de la Teología de la Liberación.

Pero hoy la historia ha demostrado lo contrario. Es claro que durante su actuación como vigilante de la moral de sus siervos de 1981 a 2005 y ahora como Papa, ha decidido guardar silencio y con esto convertirse en tapadera y cómplice de las miles (sí, dije miles) de quejas y reclamos sobre abusos sexuales cometidos por sacerdotes.

La acusación contra el Papa es precisa. NI como Obispo de Munich ni como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, fue lo suficientemente enérgico con los sacerdotes acusados de pedofilia. Él mismo permitió el traslado a su diócesis de un sacerdote alemán pedófilo confeso al que después de recibir terapia le permitió continuar con su trabajo pastoral.

La tibieza con la que trató el caso de Marcial Maciel y el retraso inaudito en la suspensión de las tareas de este criminal protegido por años en la cúpula del Vaticano, son actitudes ahora defendidas por los seguidores de Benedicto bajo el argumento de que el Papa tuvo una reconversión en el 2001 y fue entonces que decidió actuar. Sin embargo aún con la suspensión de Maciel, el silencio y la falta de una medida más firme sorprendió a millones.

Por otro lado, tardó 12 años para poner atención a las denuncias de pedofilia del obispo de Arizona contra uno de sus sacerdotes, Michael Teta y ni qué decir de las acusaciones recientes sobre abuso sexual en la escuela en donde su hermano es el dirigente.

Pera empeorar las cosas, las defensas a favor del Papa no han sido las más afortunadas. El viernes santo, durante la homilía el reverendo Cantalamessa comparó las acusaciones en contra del Papa con la violencia contra los judíos en la primera parte del Siglo XX. Tanto católicos como judíos de todo el mundo calificaron la comparación de "desafortunada".

El escándalo es tan evidente que ha llegado al nivel de que como nunca, la Iglesia Católica recibe reclamos públicos para que Benedicto XVI renuncie al papado. El Papa ha calificado estos reclamos como “absurdos”.
“Santidad, no está sólo, los fieles no se dejan impresionar por las murmuraciones del momento", dijo el ex Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Angelo Sodano, al Papa durante la más reciente misa de resurrección.

¿Murmuraciones? ¿Así califica Sodano a las 566 mil llamadas que se recibieron apenas de Marzo a la fecha en Alemania, Austria y Holanda luego de que se instalaron líneas telefónicas en las Iglesias de estos países para que la gente denunciara casos de abuso sexual?

Tal parece que la Iglesia sigue apostando por una fe arcaica y ciega que todo lo solapa y que todo lo calla, lejos y salvo del escrutinio público.

Se equivocan. Se equivoca el Papa, se equivoca Cantalamessa y se equivoca Sodano de la misma manera que se equivocaron los Legionarios de Cristo al pensar que podían acallar las miles de voces que se levantaron para denunciar las atrocidades cometidas en contra de niños.

Porque de eso estamos hablando, no estamos hablando de casos de enriquecimiento sospechoso, ni de delitos administrativos, la Iglesia Católica está acusada de crímenes en contra de seres inocentes e indefensos.

Algunos adultos “inocentes” califican estas acusaciones como ataques en contra de la fe. Quizá con este argumento tramposo sus líderes espirituales les siguen lavando el cerebro, pero nada más fuera de la verdad.

La acusación no es en contra de la doctrina sino de quien con una mano la enseña y con la otra la corrompe.















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